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Diarios

by Rafael Berrio

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1.
A estas alturas, cuando todo queda atrás, cómo puede sorprenderte a tí, que vayas perdiendo, cuesta abajo como vas, la alegría de vivir. Que vayas perdiendo, como vas perdiendo tú, el asombro, el gusto, la emoción. Que las más de las veces cuanto tus ojos ven es necio y te suena a déjà vu. La alegría de vivir, la alegría de vivir. La que vas perdiendo tú, tu alegría de vivir, tu alegría de vivir. La que vas dejando atrás en cada vuelta que das, la que alcanzas ya tan rara vez. La alegría de vivir, la gardenia en el ojal, el espíritu de ayer. La alegría de vivir, la que vas perdiendo tú. Tu alegría de vivir. Ahora que en tu Viena desfallece el bello vals y sólo el desencanto queda en pie. Ahora que la orquesta ha perdido su compás es hora de irse yendo mal que bien. Pues la vida se celebra y otros brindan, pero tú, que ya rompiste tu copa de cristal, no estás para otro goce que no sea el más frugal de los goces de este mundo ya tan gris. Ya no es tu alma cera blanda donde el mundo marca impronta sino lacre endurecido y quebradizo. Te veo ya cantando en lo profundo el “ubi sunt” pues ya vas despertando del hechizo. De tu alegría de vivir, qué se hizo... de tu alegría de vivir. Tu camisa blanca de tergal el espíritu de ayer. Tu alegría... de vivir.
2.
En las lindes del fin, cuando ya nos importe un comino el mundo y su torbellino, y esta inútil pasión de vivir. Cuando ya nos podamos reir de Tirios y de Troyanos. Cuando ya no esté en nuestras manos ni el destino ni el porvenir. Cuando nos dé descanso el magín y de suyo viva en sus recuerdos. Cuando, ya no locos, sino cuerdos a conciencia nos dejemos ir. En esas lindes del fin, cuando más que Quijotes seamos cabales Alonsos Quijanos apeados ya del rocín. Cuando ya dejemos de oir el guirigay de las pasiones de este valle de lagrimones donde nos fueron a parir. Será de vernos allí, en esas lindes del fin. Cuando suene desafinando entre los clarines nuestro clarín. En las lindes del fin, cuando afloje la mano que empuña y dejemos caer, aleluya, la quijada de Caín. Cuando en este mundo ruin prójimos y semejantes sean sólo sombras distantes tras las verjas del jardín. En esas lindes del fin, cuando ya la entrepierna no enrede en nuestro plácido miserere, y nos deje en paz morir. Cuando no podamos decir si arcángeles somos u hombres. Cuando fechas caras y nombres comiencen a desteñir. Cuando viéndonos venir testamentemos la carcajada por esta inmensa broma pesada que hoy fingimos no sentir. Será de vernos allí, en esas lindes del fin. Cuando suene desafinando entre los clarines nuestro clarín.
3.
No encuentro la felicidad en las pequeñas cosas. Las pequeñas cosas de la vida no me bastan. No me basta con el que dicen su encanto inefable, aquel que tanta poesía en nombre suyo causa. Una velada amena, pongamos por ejemplo; ese goce humilde de las pequeñas cosas; ese goce humilde no me satisface, ni me basta, digamos, el temblor de una rosa. Y sé que voy a estar insatisfecho eternamente. Sé que voy a ser infeliz toda mi vida. Porque es verdad que el hombre sabio en ello se deleita, y yo mismo sé que en ello reside la armonía. Pero este corazón mío es un pozo sin fondo. Y me digo que algo habrá más allá de estas minucias de las que acaso solo gocen quienes, dignos del Olimpo, se basten para sí con las mieles más insulsas. Ah... las pequeñas cosas. Oh... su encanto inefable. Ese goce humilde de las pequeñas cosas, esa dicha angélica, esas pálidas rosas: No me satisfacen. No me son suficientes. De ningún modo me basta el encanto indolente a mi modo de ver. No encuentro la felicidad, francamente, en las pequeñas cosas... de la vida. Muy al contrario a mí se me hace necesaria otra medida, y no es posible verme sonreir por menos de ella. Los éxtasis de la vida ―que nunca he alcanzado―, o cuanto pueda de sublime tener la existencia. Cómo no aspirar entonces a poseer la gracia de arder en un altar de pasiones delirantes cuyo bárbaro clímax no conozca decaimiento. ¿No es acaso esto lo humanamente deseable? ¿O puede acaso compararse un amor heróico con tal vez veinte años de muermo ininterrumpido? ¿Puede acaso compararse el lustre de la gloria con estas aguas turbias que somos del olvido? Así pues cállense todos los poetas lelos, y todos los panegiristas de las pequeñas cosas, porque esta perra insatisfacción del alma no se aplaca como ellos pretenden con cuatro bicocas. Ah... las pequeñas cosas. Oh... su encanto inefable. Ese goce humilde de las pequeñas cosas, esa dicha angélica, esas pálidas rosas: No me satisfacen. No me son suficientes. De ningún modo me basta el encanto indolente a mi modo de ver. No encuentro la felicidad, francamente, en las pequeñas cosas... de la vida.
4.
Saturno 04:00
Tristes. Estamos tristes, Saturno. Porque en nombre de los galenos nos has negado el vino. El vino que acostumbramos. La pausa en el suplicio. El único respiro. El vino del olvido... El vino de los amantes que lo beben frente a frente. El vino de los soldados que los torna valientes. El ángelus campesino y el santo vino obrero. El vino del pueblo austero. El vino de los marcados por el vino de por vida. El vino de los sin techo que los mece y los abriga. El vino de los altares y el vino del rito profano. El vino del buen samaritano. El vino del infeliz que lo franquea ante su amada. El vino del estudiante que lo vomita de madrugada. El vino que invoca la musa y el que trae la mala idea. El vino bronco de la pelea. El vino del exiliado por el que cobra su terruño. El vino del joven poeta que lo dispensa del ayuno. El vino del palacio y el corriente de la casa. El ansia de vino que nos abrasa. El vino de los entierros tras el caer de la losa. El vino amargo del duelo, de la ausencia en cada cosa. El vino reminiscente y el vino del olvido. El vino que nos duerme compasivo. El vino de los amigos que lo brindan por su encuentro. El vino del solitario que lo rumia en sus adentros. El vino de los grandes fastos y el vinazo de la plebe. El vino y que la tierra nos sea leve. El vino del gran mundo y los salones exclusivos. El vino de las meriendas campestres bajo los pinos. El vino de las fondas del camino y las posadas... Adiós a todo eso, camaradas. Adiós a todo eso, camaradas. Tristes. Estamos tristes, Saturno. Porque en nombre de los galenos nos has negado el vino. El vino que acostumbramos. La pausa en el suplicio. El único respiro. El vino del olvido...
5.
Insomne 04:25
Yo tengo un insomnio de campos elíseos de tiempos fugitivos y encontrados. Un insomnio de salones mundanos, de fieras pasiones, pecados y vicios. Yo tengo un insomnio de bellos naufragios, de tierras y mares australes. Un insomnio de calmas mortales, de aves marinas y negros presagios. Yo tengo un insomnio de tigres y espejos, de relojes de arena y laberintos. Un insomnio de olimpos extintos, de esfinges que velan y matan de lejos. Insomne, insomne, insomne, insomne... Leyendo en las horas sin nombre... Leyendo en el alma de otro hombre... de otro hombre, de otro hombre... Insomne... Insomne. Yo tengo un insomnio de amores sublimes, de doncellas tal que azucenas. Un insomnio de ayes y penas, de claros de luna y secretos jardines. Yo tengo un insomnio de arduos enigmas, de crímenes tal que obras maestras. Un insomnio de estancias siniestras, de falsos culpables y rubias malignas. Yo tengo un insomnio de historias de venta, de astucias de pícaro y malandanza. De hidalgos de mísera semblanza, de burlas, engaños y cornamentas. Insomne, insomne, insomne, insomne... Leyendo en las horas sin nombre... Leyendo en el alma de otro hombre... de otro hombre, de otro hombre... Insomne... Insomne. Yo tengo un insomnio de versos malditos. De faustos poetas sin gloria. Un insomnio de cantos de terca memoria literalmente con sangre escritos. Yo tengo un insomnio de luchas dantescas, del llanto de reinas gallardas. Del rugir de los pueblos en armas tras el bronce de las verjas simbólicas versallescas. Yo tengo un insomnio de vidas grandiosas. De memorias al pie de la tumba. Un insomnio de imperios que el tiempo derrumba. De la infinita vanidad de las cosas.
6.
Sé mi amor, sé mi ficción. Sé mi túnel de la confusión. Sé la rueda que en mí desvaría, sé libre, sé mía. Quítame el sueño, hazme feliz. Sé mi culpa, mi revés, mi desliz. Hazme creer en quien soy todavía. Sé libre, sé mía. Sé libre sé mía. Sé mi golpe de gracia, mi auge y caída. Mi malaventura, mi trance, mi mal paso en la vida. Sé la pieza que hará un dominó de mi mundo. Sé el error más profundo en que pueda caer. Sé el espejo roto de mi calma mortal. Sé mi tumba y sé mi juicio final. Sé bajo la lluvia la flor de un día. Sé libre, sé mía. Sé mi hundimiento, hazme naufragar. Ponme a salvo del honor y del hogar. Sé la hoguera de mi dogma y mi herejía. Sé libre, sé mía. Sé libre sé mía, sé mi sed turbulenta en el alma metida. Sé mi cáliz amargo, mi ebrio placer, mi senda torcida. Sé la pieza que hará un dominó de mi mundo. Sé el error más profundo en que pueda caer.
7.
La desgana 03:54
No hacer frases, no hablar. No formular sino lo estricto, que viene a ser en suma nada. Creo en la virtud de la desgana. No forjar sueños. No leer, sino quemar quinientos libros, si bien que dos junto a la almohada. Creo en la virtud de la desgana No buscar formas de novedad; muy al contrario, huir de ellas, y amar la faz acostumbrada. Creo en la virtud de la desgana. No doblegarse a la tentación de crear obra en pos del arte, sino dejar secar esa fontana. Creo en la virtud de la desgana. Y mirar la vida sin interés, como quien ve pasar las nubes tras el cristal de una ventana. Creo en la virtud de la desgana. La desgana: esa rara y noble flor de lis, o si se quiere, esa amapola impávida entre la nieve. La desgana: esa flor que adorna el despertar, renovada junto a la prensa y el café, sobre el mantel, cada mañana. Como el beato cree en su devoción. Como el fauno en su pasión privada. Creo en la virtud de la desgana.
8.
En un charco de fango por los suelos, ni cogida por los pelos: esa es mi reputación. Una bola de nieve cuesta abajo, porque hablar no da trabajo. Esa mi reputación. Es el pan de cada día que se deja. Es una ramera vieja. Esa es mi reputación Un juguete en manos de un idiota. Es una muñeca rota en braga y camisón. Esa es mi reputación. Yo admito que no todo son leyendas pero no me duelen prendas y quizá lleven razón. Esa es mi reputación. En un corcho sujeta entre alfileres, como el insecto que eres. Esa es mi reputación ―y qué quieres―. Es el pin-pan-pum de los guiñoles, y tú en paños menores. Esa es mi reputación, señores. Un merengue que te estampan en la cara y aún te meten la cuchara. Esa es mi reputación. Un andrajo colgado en el perchero: ni con pinzas de joyero la sacas del montón. Esa es mi reputación. Yo admito que no todo son leyendas pero no me duelen prendas y quizá lleven razón. Esa es mi reputación.
9.
Santos mártires yonquis del jaco de los años buenos, de los años inmisericordes, en los albores de los tiempos. Santos... Santos mártires yonquis. Por sus perdidos paraísos, por el rigor de sus infiernos, por su estancia terrenal bajo el signo de los sueños. Santos... Santos mártires yonquis. Por sus círculos viciosos, por sus rutinas de hierro, por la lucha desigual de sí con sus adentros. Santos... Santos mártires yonquis. Y por el ansia de sus manos y por el frío de sus huesos, y por las pruebas de dolor que en silencio padecieron. Santos... Santos mártires yonquis. Santos mártires yonquis del jaco de los años buenos, de los años inmisericordes, Santos... Santos mártires yonquis Por sus pasos predestinados, por sus caminos expuestos. Y por los muros del penal, que los tuvo de regreso. Santos... Santos mártires yonquis. Y por las enfermerías, y por la plaga de los tiempos, y por la ruleta mortal, que encararon como un juego. Santos... Santos mártires yonquis. Y por sus carnes invencibles, y por sus muertes de perro, y por la florida paz: en gloria que estén ellos. Santos... Santos mártires yonquis. Y por sus madres dolorosas, madres que todo lo esconden. El dolor que sienten y las joyas que guardan ―frente al padre enmudecido― ya no saben nunca dónde.
10.
Amanece 01:44
Amanece; amanece. Amanece... para qué. Hermosa primera pregunta del día, cuya respuesta no sé. El mundo real sigue en sus trece: Incontestablemente amanece. No sé para qué amanece. Amanece. Amanece, para qué.
11.
Temblando he cruzado la puerta que marca tu nombre porque sé que me esperabas de este lado. Alguien te ha vestido de primera comunión, y han puesto un sello a tu boca y a tus párpados. Ayer supe la noticia; me llamó la Gobernanta. Tenía esa voz ronca de quien ha llorado mucho. Ella, que es toda una madame dominatriz, la que hizo siempre a la vez de madre y padre tuyo. Tu historia es la historia más triste de todas las historias. Te la oí contar mil veces del otro lado de la barra. Tu juventud, tu infancia... y ahora este final pone punto a tu desgracia con la guinda más amarga. Que sea leve, que sea nada. Que sea leve, María Inmaculada. Pero la paz te ha sido dada al fin bajo esta luz hospitalaria, donde no hay un alma y se duerme un sueño bien pesado. Pared por medio tienes a un señor igual que tú, y los dos tenéis una expresión igual de desencanto. Sin embargo tu mesa está llena de notas y de flores. Bien se ve que han pasado por aquí todas las chicas. Están fumando afuera, la vida se les va; Se hace extraño verlas a la luz y tan vestidas. Coronas de Olga, la rusa, y de Bárbara, la gallega; Flores de la loba, de quien tanto desconfiabas. De las nuevas de Nigeria, de la chica marroquí, y una nota muy sentida de las dos colombianas. Que sea leve, que sea nada. Que sea leve, María Inmaculada. He visto también, digamos, al amante que tenías a diario. Un hombre raro y solitario allá donde los haya. Tú no quisiste nunca aceptar nada de mí. Recuerda que te debo una, María Inmaculada. No sabía ni siquiera que tu nombre de pila fuera ese. La sola cosa inviolable y sagrada que tuviste. Sé que de algun modo yo ayudé también a escarbar la tierra que mañana va a cubrirte. Quiero pensar que no te vas, sino que sólo me precedes. Que no nos vamos a decir adiós, sino apenas hasta luego. María Inmaculada, qué sola y desvaída estás en esa caja de caoba no muy noble que te han puesto. Que sea leve, que sea nada. Que sea leve, María Inmaculada.

credits

released August 31, 2012

Todos los títulos, letra y música por Rafael Berrio.

Excepto: “Sé libre, sé mía” por Erentxun / Berrio
Producido por Joserra Senperena.
Piano, arreglos y dirección de orquesta, por Joserra Senperena.

Grabado y mezclado en los estudios Audiomatic@ Drax
por José María Rosillo.
Asistente de grabación: Laura Rodríguez.
Mastering por José María Rosillo.
Madrid, junio de 2012.

Rafael Berrio quiere agradecer especialmente a
Virginia L. Montenegro y Diego Vasallo por su franca,
generosa e incalculable ayuda.
Asímismo:
Alfonso Pérez, Sergio Cruzado, Iñaki de Lucas, Jorge Bruschi,
Tontxu Ipiña, Luis Boullosa, Thomas Canet, Jean Condé, Nabil Saadi, Ainhoa Tilves, Carmen Bueno, Imanol Solores y José Luis Lanzagorta.
Para Gema.

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